El
eco del carnaval mira su nuca con pretensiones de eternidad, al
tiempo que su mirada se topa con un velo extraño de contaminación
visto desde lo lejos, mientras un presentimiento contradictorio de
sensualidad y muerte deja fría su columna vertebral, la piel
contraída y los músculos en tensión rígida.
En
ese extraño día, vive fiestas, oye estratagemas de unos para
engañar a los otros, las de los otros para con los unos, la fatuidad
y la vanidad en la máscara de algunas caras, la autenticidad de los
disimulos, la bondad prepotente del dadivoso pregonando a todos sus
actos, mientras guardaba los pingües beneficios de sus tráficos, la
verborrea del maestro en su propio esperpento, la ceguera de los
listos descuartizando débiles, a éstos, refugiados en sus
enfermedades mentales, el trepidar enfermizo de los ansiosos, el
fluir idiota de los mansos, el cinismo de los tímidos, la sed
insaciable de los pornógrafos, a los violentos cuales brutos, a los
ludópatas obnubilados por el becerro de oro. Escucha gran parte de
la efímera vida en un vértigo.
Penetraciones en alma ajena con
la ignorancia del huésped ceban su impostura con el dulce
conocimiento de lo secreto en otros, hasta que un exceso de visiones
le hacen sucumbir. Otro escalofrío más recorre su cuerpo y le
produce el vómito. Como si su voluntad quisiera participar en el
juego de la vida, se asía fuertemente a la hierba húmeda. Con
briznas entre sus dedos gira su cuerpo que yace en barro, donde ha
depositado todo el ardor que lleva dentro.
Cual si una navaja de afeitar
cortara un tiempo en suspensión, los primeros rayos del sol rasgan
el velo del ensueño en el que se ve raptado. La luz natural le
devuelve a la fatiga del día que le obliga a declinar el despertar,
y casi estólido, un placer nuevo le sumerge en Morfeo.
Acuciado por el frío, sin
apenas con fuerzas para abrir los ojos, hace intentos de mover sus
músculos agarrotados. No lo logra. El barro en que yace le absorbe,
cierra los ojos de la voluntad y se resigna al ritmo del despertar
que le viene impuesto, a pesar de que nadie puede usurpar el tiempo
que nos pertenece.
Samier 2012, noviembre.
El tiempo que nos pertenece,
Eric Clapton-BB King
1 comentario:
Muy bueno, fresco, entendible,con rasgos de dolor y resignación, me ha gustado mucho mucho.
Un abrazo
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