Silencio
La
orden fue ejecutada con la precisión de la guillotina. Una censura
no declarada, pero ejercida con la fuerza que da el poder de gestión
del dinero ajeno, el de todos, se apoderó de la sociedad. Tan
potente y duradero quedó establecido que los órganos de la audición
se atrofiaron. La mudez no tardó en tornarse también sordera y a
pesar de que con la vista algunos empezaron a leer los labios sin
sonido, pronto surgieron los equívocos por la inexistencia de eco.
Languidecía de tristeza esa sociedad condenada a una resignación
melancólica.
Ya no se hablaba de corrupción.
©
Samier 2014 04
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