Ave
de adorno no caza
A
mis amigos Andrés e Inés, que me lo han pedido.
En
pleno verano, quedamos para cenar más de treinta amigos de una red
social. En un espacio que aún estaba libre frente a mí, se sentó
una mujer a la que no conocía, de aspecto generoso en sus formas y
estar aparentemente ausente, a pesar de entrar hablando al
restaurante con otros dos comensales que tomaron plaza a mi derecha.
Entre vinos que regaba nuestro gaznate y a medida que empezó a
hablar la mujer, unos colores fuertes empezaron a adornar su rostro
cada vez con más intensidad, transformándole pelos en plumas y boca
en pico.
Yo
no me podía observar, pues no tenía ningún espejo a mano, pero
creo que mis pupilas se dilataron cubriendo toda la córnea, al
escuchar y creer ver como de un pico rodeado de colores, en difícil
vocalización, pronunciaba frases inconexas con gran variación de
ideas, como jamás había escuchado.
La
visión duró un nanosegundo, recuperándome tras una sonrisa que
delataban mis ojos, pero que pretendía ocultar mi mano, báculo de
mí barbilla. Al tiempo, mostraba un interés por lo confundido del
monólogo que entraba por mis oídos, y sin dar pábulo a mis
sentidos, ni al silencio de los otros comensales próximos con los
que había entrado el ahora ave, quise pensar que tanto mi fantasía
como mis disminuidas audición e inteligencia estaban jugando
conmigo.
Cuando
hablaba, no ponía el pico hacia el interlocutor al que se dirigía,
salvo al terminar una de sus frases, cuyo punto final marcaba el
silencio. Si mirabas el ave a los ojos, o seguías sin decir esta
boca es mía, comenzaba otra perorata de negocios en otros
continentes, marido que apenas veía, viajes en cualquier momento del
año y vacaciones supuestamente de lujo. Me pareció una triste ave,
catalogada tiempo ha en la historia del hombre, de pico loco, vuelo
de esa vanidad del quiero y no puedo y garras para pescar incautos
fatuos.
Volví
en mí, si es que alguna vez me había abandonado, y no di
importancia al despliegue de tanto color y palabras, que tan
brevemente creía haber contemplado.
©
Samier 2014 08 26
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