Amor es vida
Por el camino de niebla, sin rumbo,
sin asideros, sin referencias, el corazón avanza y rige una razón excitada, sin
sosiego, que se debilita con la misma parsimonia que la madera con carcoma, y
deja una aspecto íntegro, pero roto. Si el caminante de la vida, a pesar del
sinsentido en que se mueve, logra imponer su voluntad, verá como la luz de su
interior abre, con llamada muda de gritos, una vía de luz hacia la luna, en la
noche oscura.
La música de un riachuelo percibida
en el bosque espeso de robles pule las piedras de su seno, dando el más
hermoso de los brillos, lo que es interpretado y recibido por el que anda como
canto celestial que altera, aún más si cabe, los más profundos y maltratados
instintos del que busca sin descanso, aunque sus ya aturdidos, pero todavía no
desequilibrados sentidos, le hagan verse como la marioneta que vive pendiente
de los hilos más finos, cuasi-ajenos y delicados, que sólo el propio ímpetu
sostiene, y que las pequeñas cosas que le rodean e influyen ayudan en el viaje
salpicado de incertidumbre, hacia una meta incierta.
Pero aún, cuando la pesadilla no
pase, si el objeto del deseo se manifiesta claro, como la maravillosa noche de
la luna llena y firmamento estrellado, la comunión se establece, y los elementos
más alegres con que se manifiesta la vida invaden con acordes de amor y más
entrega el deseo de compartir la propia esencia que a uno sostiene sobre la
tierra caliente y acogedora.
En los días de madurez, la primavera
de la existencia y el anuncio de su ocaso juegan con la inocencia de los
primeros días a la búsqueda de un tiempo propio, en la serenidad del que se
sabe que no es eterno.
En esa época de la existencia,
cuando el ansiado amor se digna penetrar el alma del que anda, las dificultades
se desvanecen, las voluntades de dos se hacen una, el más estrepitoso de los
ruidos no se escucha o se entresacan de él armoniosos acordes de fuerza
exultante. Todo se positiva y todo es susceptible de ser mejorado, pues es
tiempo, en los inicios de la madurez, de escuchar el grito interior que clama y
reclama para sí, para nosotros, la vida.
Fluyo en vida de amor a
Carmen.
© Samier 1994
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